Individualismo vs Colectivismo

En épocas de severa crisis social, tratamos que nuestras acciones y pensamientos converjan hacia un mejoramiento de la situación. Sin embargo, no es fácil ponerse de acuerdo respecto de las decisiones a adoptar. Y ello se debe principalmente a la posibilidad de que las ideas y creencias predominantes no sean compatibles con el mundo real. Es decir, un sector de la sociedad podrá estar más cerca de la verdad que otro, pero esa diferencia existente, en cuanto a la veracidad de la información disponible, impedirá que la sociedad avance hacia metas comunes. Por ello es imperioso encontrar puntos de vistas compatibles con la realidad aunque difieran parcialmente. Si bien existe una gran variedad de posturas filosóficas, que llevan a distintas actitudes respecto de las decisiones políticas y económicas que debería adoptar la sociedad, podemos distinguir dos casos extremos, que admiten una transición gradual entre los mismos. Y ellas serán las tendencias hacia el logro de la libertad, en un caso, o bien de la igualdad, en el otro caso, como aspectos prioritarios de la búsqueda. El logro prioritario de la libertad dará como resultado un sistema económico de tipo capitalista en el que predominará la figura del empresario. La tendencia a la acción individual llevará a la ausencia de igualdad aunque se lograrán buenos resultados económicos. Se supone que, a mayor cantidad de intercambios, mayor progreso, ya que ambas partes se benefician. Se dice que se logra la desigualdad en la riqueza. El logro prioritario de la igualdad dará como resultado un sistema económico de tipo socialista en el que predominará la figura del Estado. La gran concentración de poder, derivada de la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, llevará a la carencia de libertad sin que tampoco se logren adecuados resultados económicos. Se supone que, a mayor cantidad de intercambios, mayor explotación, ya que, lo que uno gana, el otro lo pierde. Se dice que se logra la igualdad en la pobreza. Si bien la búsqueda de la libertad o de la igualdad no es algo criticable (excepto que sean exclusivas en lugar de prioritarias), lo mejor será buscar una tercera posición; la que ha de buscar ambos aspectos en forma equilibrada. Una de estas propuestas, que logró muy buenos resultados, es la Economía Social de Mercado, que hizo resurgir a la devastada Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial. Mientras que, por una parte, se hablaba del “milagro alemán”, asociado a la Alemania Occidental, también se observaba la “muralla de Berlín”, uno de los límites de la Alemania Oriental (hoy ambas unidas). En estos casos pudo observarse claramente las ventajas de la Economía Social de Mercado sobre la economía socialista. Sin embargo, todavía encontramos, en los países subdesarrollados, una mayoría de habitantes que está convencida que resulta conveniente adoptar el sistema económico que produjo el rotundo fracaso. Pero tal fracaso no significó simplemente lograr un nivel material de vida inferior al que se hubiese podido alcanzar con el otro sistema, sino por el encarcelamiento concreto al que quedó sometida la mayor parte de la población. Estos casos no son sólo el resultado de distintos sistemas económicos de producción y de distribución, sino que reflejan dos concepciones distintas acerca de lo que la sociedad debería ser: en un caso la búsqueda prioritaria del éxito individual, sin que necesariamente exista un desinterés por lo social. De ahí que debamos distinguir entre individualismo y egoísmo, ya que son actitudes diferentes. En el otro caso tenemos la búsqueda prioritaria del éxito colectivo, o social, con un desinterés evidente por el individuo, que se convierte en un ser que vive para sacrificarse por la sociedad y por el Estado. Si bien en el ámbito de las ideas no resultan evidentes las ventajas o las desventajas de una u otra postura, debemos tener presente las ocasiones en que estos extremos se pusieron a prueba. Es hora de adoptar el criterio de la ciencia experimental y tener en cuenta los casos concretos, en lugar de tratar de imponer criterios por el simple método del debate y el consenso, que es el procedimiento de los antiguos sofistas griegos. Justamente, una de las causas que llevan al predominio de la influencia de los que promueven el fracaso, es la habilidad que poseen para difundir descalificaciones sobre la postura rival, a la vez que imparten visiones de la sociedad bastante alejadas de la realidad. Las posturas colectivistas (fascismo, nazismo, comunismo) concentran las decisiones económicas en el Estado. Luego, amplían el poder político hasta llegar, a veces, a concentrarlo en una sola persona. Una vez que se ha logrado la tan ansiada “igualdad”, en el caso del socialismo, o el gobierno de “la raza superior”, en el caso del nazismo, o “de los mejores” en el caso del fascismo, entonces ya no hay necesidad de que existan otros partidos políticos, por lo cual se los suprime, y en adelante serán considerados como los “enemigos” del Estado, de la Patria y del Pueblo. Es oportuno hacer notar que la Economía Social de Mercado propone una fuerte participación estatal, pero sin limitar la libertad empresarial y económica. El Estado se encarga de compensar económicamente a quien se ve impedido a trabajar con un adecuado nivel de productividad. Esto contrasta notablemente con la actitud de gobernantes socialistas que prohíben e impiden tanto la actividad económica individual, fuera del Estado, como la posibilidad de un crecimiento económico personal. Se trata de proteger eficazmente al que posee el grave defecto de la envidia, incluso pareciera que esa fuera la finalidad de la sociedad igualitaria. Los habitantes de los países desarrollados, en general, muestran un mejor nivel de adaptación a la ética natural. También esas sociedades aceptan de buen grado a las leyes y reglas de la economía de mercado, proceso que surge de la libre acción de los individuos que realizan intercambios posteriores a la especialización del trabajo. (Aunque la tendencia a la especulación financiera todavía tiene una fuerte incidencia en la economía, y ha sido la principal causa de la última gran crisis mundial). Por el contrario, los habitantes de los países subdesarrollados tienden a no respetar las normas éticas elementales y a rechazar la economía de mercado, por cuanto prefieren cederle la responsabilidad que derivaría de sus propias decisiones al gobernante a cargo del Estado, siendo esta actitud un simple intercambio de protección por libertad. En el proceso del mercado, las empresas concurren al mismo y cubren un porcentaje de la producción, para un producto en particular. Algunas de ellas, para aumentar sus ventas, producen innovaciones en sus productos y tienden a desplazar a las empresas menos eficaces. De ahí que este proceso sea una “destrucción constructiva”, siendo el consumidor el que elige un producto antes que otro y es el que dictamina cuáles serán las empresas ganadoras y cuáles las perdedoras. En los países en que predominan gobiernos de tipo fascista, es el Estado, asociado con sindicalistas y empresarios poco eficaces, quienes se agrupan para determinar cuáles empresas serán las ganadoras y cuáles las perdedoras, desplazando o evitando la elección por parte de los consumidores. En los Estados socialistas no se admite ninguna decisión del consumidor ya que es el Estado quien planifica lo que se ha de consumir, tanto en cantidad como en calidad. Al no existir el libre mercado, existe una muy débil tendencia a la innovación y a la mejora, por lo que la economía tiende a funcionar con un reducido nivel de productividad. Mientras que en los países desarrollados se considera al empresario como un valuarte de la sociedad; ya que es quien da trabajo a muchas personas, favoreciendo la producción y la creación de riquezas, para la mentalidad colectivista se trata de un “explotador”, que necesariamente es “egoísta”, porque produce “desigualdad social” y que por ello mismo promueve la violencia social. De ahí la pobre valoración del empresario en los países subdesarrollados; lo que no resulta extraño dados los mediocres resultados de la producción. Debido a la siempre presente posibilidad de que quienes asuman la dirección del Estado adopten posturas tiránicas, la Constitución tratará de impedirlo dividiendo el poder en tres partes, como son el poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Sin embargo, en algunos países también se consideran “gobiernos democráticos” a los que sólo acatan la ley electoral, ignorando abiertamente las demás leyes una vez que acceden al poder. En lugar de la antigua forma de conquistar el Estado a través de revoluciones violentas, los partidarios del colectivismo fingen ser democráticos para acceder al poder por medios pacíficos. Debemos tener presentes a quienes han sido los enemigos acérrimos y principales difamadores del liberalismo, es decir, Hitler, Stalin, Lenin, Marx, Mao Tse Tung, Mussolini, etc. Puede observarse que tales personajes son precisamente quienes favorecieron o produjeron las más grandes catástrofes sociales ocurridas en la historia de la humanidad. De ahí que la continua y permanente difamación del liberalismo deberá tomarse como una forma de elogio, por cuanto deben considerarse los antecedentes de quienes proviene tal actitud. Marco Tulio Cicerón expresó: “Tanto vale ser alabado por los buenos como vituperado por los malos”. En los países subdesarrollados, en donde predomina la corrupción, generalmente se busca justificar errores culpando a los países poderosos por todos sus males. Uno de estos justificativos está resumido en la “teoría de la dependencia”, por la cual se atribuye el éxito de los países desarrollados a la extracción de capitales, riquezas y trabajadores especializados que provienen de los países subdesarrollados. Esta dependencia económica es real, ya que, al existir gobiernos de tipo fascista o socialista en un país, habrá poca seguridad para el inversor o la empresa, por lo que los capitales irán a parar a los países que brindan mayores garantías y mayor respeto a la propiedad privada. Esta situación hace que la globalización económica no pueda favorecer a todos los países, sino sólo a aquellos que adoptaron sistemas legales y políticos compatibles con el mercado y la democracia plena. Se espera que, tanto la libertad económica como la democracia, algún día sean aceptadas en los países subdesarrollados para comenzar a salir de la prolongada crisis que incluso tiende a profundizarse. La mayor parte de los países del mundo se ha dado cuenta que el mercado y la democracia plena son los que mejores resultados producen, a pesar de que al primero se lo haya descalificado constantemente y a la segunda se la haya distorsionado de diversas formas.